jueves, 23 de junio de 2011

El profesor de ciencias naturales (Zbigniew Herbert)



EL PROFESOR DE CIENCIAS NATURALES
(POR ZBIGNIEW HERBERT)

No puedo recordar
su rostro

permanecía de pie frente a mí allá en lo alto,
al final de sus largas piernas

veía
su cadenita de oro,
su chaqueta gris
y un cuello flaco
donde, quieta, estaba
amarrada una corbata

fue el primero que nos mostró
que el anca de una rana muerta,
si se pincha con una aguja,
se contrae con violencia

él nos condujo
a través del rutilante microscopio
hasta la vida privada
de nuestro bisabuelo
el paramecio

trajo un oscuro grano
y proclamó: cornezuelo

apremiado por él,
en el décimo año de mi vida,
fui padre
cuando, tras una tensa espera,
de una castaña sumergida en agua
brotó un relámpago amarillo
y el mundo estalló en música
alrededor

en el segundo año de la guerra
mataron al profesor de ciencias
los miserables de historia

si es verdad que subió al cielo,
quizás camine ahora como un funambulista
sobre largos rayos otoñales
de lencería gris,
provisto de un enorme cazamariposas
y una caja verde con agujeros
oscilando alegremente a su espalda

pero si no se fue allá arriba,
cuando en el sendero del bosque
encuentro un escarabajo empujando
una pelotilla de fango,
me aproximo,
me cuadro
y le digo:
—buenos días, señor maestro,
permítame que le ayude

lo transporto delicadamente
y me lo quedo mirando un rato
hasta que desaparece
en la oscura sala de profesores
al final del corredor de las hojas secas



[Versión -o perversión- mía, partiendo de la traducción de Xaverio Ballester para la edición de Hiperión de 2008.]

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